Han pasado 66 días desde que el 11 de marzo la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró oficialmente como pandemia el brote del nuevo coronavirus, que afectaba ya a más de 110 países. Si bien en un primer momento nuestro gran ministro de Salud, Ginés González García, dijo que no había posibilidad de que el coronavirus llegara al país porque estábamos muy lejos de China, la realidad es que 9 días después el país entraba en una cuarentena social y obligatoria, que viene durando, al día de hoy, tres veces más de lo comunicado en un primer momento.
La realidad es que la velocidad en el agravamiento de la situación epidemiológica exige a cada país una capacidad de adaptación cada vez más alta. Ejemplos de adaptación y acciones de urgencia a nivel mundial sobran, específicamente en aquellas regiones más golpeadas por el virus. Obviamente, como todo proceso, este ciclo de adaptación incluye una organización en general de control sanitario, medidas económicas de diferente índole y, específicamente en nuestro país, aumentar la cantidad de territorio que los brazos del Estado cubre.
Argentina tiene un viejo amor por el paternalismo estatal, pero acentuado por la pandemia, el Estado argentino tiende a crecer, a ser más grande y, a la misma vez, más autoritario. Esto podemos verlo en su forma de ejecutar su poder vía decretos de necesidad de urgencia (DNU) , dejando de lado el republicanismo nacional, suspendiendo el Congreso Nacional y tildando de desestabilizador a cualquier persona que levanta su voz contra este accionar. En definitiva, el Estado no solo nos prohíbe a libertad de circular, sino que también, de la mano de la condena social, nos dice cómo debemos pensar y opinar.
Estamos viviendo en una pseudo monarquía, donde el Estado es todo poderoso, y lo demuestra controlando nuestros posteos en las redes y persiguiendo a quienes piensan distinto, pero este Estado tan grande es eficiente? Yo creo que no, porque lo vimos todos en la incapacidad para establecer cobros ordenados de las jubilaciones de nuestros abuelos, en dejar varados a los Argentinos en todas partes del mundo, en decir que solo les importa la salud, sin tener en cuenta a la Economía, están cerrando PYMES, BARES, RESTAURANTES, los Autónomos no saben más que hacer , los comerciantes, y todavía tienen la caraduría de no bajarse los sueldos porque dicen que ellos no roban, el pueblo tampoco roba y hay 8 millones nuevos de pobres .Mientras tanto Alberto nos toca la guitarra y les pide a los niños que hagan dibujitos, me parece que nos están tomando el pelo.
Pese a su estructura enorme el Estado argentino no pudo hacer una simple compra de alimentos optimizando costos, pagó $700 millones por la compra, siendo que sí el sector privado realizaba el mismo proceso gastaba $400 millones, es decir, existió un sobreprecio de $300 millones.
El PAMI pagó precios de escándalo por el alcohol en gel.
Por otro lado el gobernador del Chaco Jorge Milton Capitanich hizo unas declaraciones que como mínimo me avergüenzan, ya que lo que el chaqueño espera es que nos lidere a buen puerto en vez de decir lo que a continuación reproduzco, dice Capitanich:» a veces siento desazón por estas cosas que ocurren. Me pregunto ¿por que a nosotros? ¿por que otras provincias no tienen la cantidad de casos o la magnitud de casos que tenemos nosotros?» Estas declaraciones vienen después del aumento de casos en la Provincia y fundamentalmente en Resistencia en el Barrio Toba , ahora bien déjeme responderle gobernador que hay provincias como Jujuy y Corrientes que están aplanando la curva y cada vez tienen menos casos, y esto no es casualidad, son provincias donde sus gobernadores son lideres que se ocupan en vez de preocuparse y lamentarse.
Es hora de empezar a premiar la eficiencia y no los discursos vacíos.