Comenzó su carrera en Regional, pero fue también gran figura de Sarmiento. En Buenos Aires jugó para Ferrocarril Oeste y Douglas Haig. Luego volvió a la provincia, donde jugó hasta su retiro a los 41 años. Tenía 91 años.

Se nos fue Nelson Martínez, una de las figuras que se disputan en las discusiones de los aficionados el título de mejor jugador de la historia del fútbol chaqueño. Su zurda prodigiosa lo colocó en ese sitial, junto con una larga trayectoria que permitió disfrutarlo en los estadios de nuestra provincia y en los de otros puntos del país, incluidos los de la Capital Federal.
Nelson tenía 91 años, y hasta pasados los setenta todavía se lo podía ver dando cátedra en partidos de barrio, donde su talento innato hacía la diferencia pese a la edad. Oficialmente se había retirado del fútbol a los 41 años.
Un diferente
Cuando se habla de esos «jugadores diferentes» que sostienen la magia irresistible del fútbol, no hay que dudar en incluir a Martínez en ese lote de tocados por la varita mágica de la exquisitez deportiva.

Había nacido en 1930 en la provincia de Córdoba, pero su familia se mudó a Resistencia cuando el pequeño Nelson tenía menos de cinco años. La casa famililar estaba en avenida Las Heras 175, casi frente a la Escuela 33, donde completó sus estudios primarios.
Ya en la infancia quedaba claro que su relación con la pelota estaba destinada a hacer historia. En la adolescencia jugó para Regional, tras lo cual fue adquirido por Sarmiento. Pero los clubes porteños comenzaron a tener noticias de él, y quien logró ficharlo fue Ferrocarril Oeste. Fue una vidriera que permitió que la dirigencia y la prensa deportiva de la Capital Federal descubrieran en él a un «distinto», endiabladamente hábil y con gran capacidad para definir frente al arco.
Sin embargo, el éxito no era lo que desvelaba a Nelson. Lo que lo apasionaba era «jugar a la pelota». Los clubes, los pases, los fichajes, eran un mal necesario para tener derecho a pisar cada fin de semana la gramilla de una cancha junto a la pelo, el amor de su vida.
Por eso es probable que su carrera en Buenos Aires podría haber sido más amplia y rutilante. Él mismo contó que lo contactaron de Boca, River y otras instituciones. Pero esas posibilidades no lo marearon. Al contrario, casi que no veía la hora de regresar a Resistencia para volver a estar cerca de su familia y de sus amigos de toda la vida.
Jugó en Ferro -por entonces en la primera división del fútbol argentino- entre 1954 y 1957, período en el que convirtió trece goles. Luego pasó a Douglas Haig, que disputaba la segunda división. Y tras esa experiencia regresó a Sarmiento.
Con su partida se va un emblema de otro tiempo del fútbol y de la sociedad del Chaco. Años en los que los pibes recorrían la pequeña Resistencia sin riesgos, en busca de un potrero en el cual montar un desafío. Años en los que las canchas se llenaban de hombres, mujeres y chicos ávidos de ver dos tiempos del juego más hermoso del planeta, sin temor a enfrentamientos, barrabravas o actos de violencia.
Este segundo retiro, el definitivo, deja el recuerdo imborrable de un hombre simple que regalaba a las tribunas las más legítimas alegrías. Esas que nacen cuando en una pelota se dan cita la pasión, el talento y el alma juguetona de un predestinado.
Fuente: Diario Norte